Archivos diarios: septiembre 19, 2010

Bonfiladas Temblorosas.

Hoy se cumplen 25 años de que nos tembló y nos hizo ver que la vida no la tenemos comprada, ni sabemos donde tenemos pintada nuestra rayita. Fue en la mañana del 19 de Septiembre de 1985, a las 07:19 cuando la tierra se agitó provocando un temblor de 8.1 grados en la escala de Richter, que tuvo varias réplicas, pero que la peor de ellas se sintió 36 horas después del primer temblor del 19, a las 19:37 del 20, al día siguiente del fuerte terremoto y con una intensidad de 7.5 en la escala de Richter. Entre los dos sismos fuertes ocurrieron réplicas de menor magnitud, pero entre todas causaron muchos daños en el D.F., Michoacán, Jalisco, Guerrero y Colima.

Parte de las edificaciones «famosas» que colapsaron o tuvieron que ser demolidas en las siguientes semanas, meses o años fueron:
El edificio Nuevo León en el conjunto habitacional Tlatelolco (donde Plácido Domingo hizo hasta lo imposible para rescatar a sus familiares). Luego tuvieron que derruir algunos edificios dañados ahí mismo.
Varios edificios del Multifamiliar Juárez, tres, pero en total 9 edificios fueron demolidos o derrumbados por el sismo en este conjunto habitacional.
Los hoteles Regis, D’Carlo y del Prado, ubicados en la Av. Juárez, cerca de la Alameda Central.
Parte de las instalaciones de Televisa Chapultepec, junto con muchos amigos editores, locutores, asistentes, cocineros, meseros, etc…personas que laboraban ahí en la madrugada o que entraban a las 7 a trabajar.
El famoso conjunto teatral Televiteatros, donde ahora está el Centro Cultural Telmex.
Varias fábricas de costura de San Antonio Abad, donde se quedaron muchas trabajadoras costureras.
El restaurante Superleche en el Eje Central, lugar de deliciosos desayunos y muy concurrido, sobretodo a esa hora y que ya había vivido un evento muy poco común, como el que se cayera una avioneta en el Eje Central cerca de donde estaba el restaurante, años atrás.
Algunos hospitales como el Juárez, el Centro Médico y el hospital General, tuvieron que ser restaurados y fue donde se logró rescatar a muchos pacientes y personal médico, desde la primera sacudida y durante los días siguientes. Hay muchas historias de pequeños recién nacidos que lograron salir con vida y ahora cuentan su experiencia, que realmente no creo que logren asimilar bien, pues su edad, al momento del colapso, no es como para tenerlo en la memoria.
Edificios como el que albergaba la famosísima revista política Siempre, Dinamarca y Av. Chapultepec, donde nos tocó trabajar como voluntario.
El Conalep de Av. Juárez, que tenía a todos sus alumnos en clase al momento del temblor, causando muchas muertes entre el personal docente y los estudiantes.

En fin…esos fueron, mas o menos los hechos históriográficos…el registro histórico del hecho y los eventos que pasaron en esas fechas….pero lo importante de los hechos siempre se ven reflejados en la capacidad de reacción de los seres humanos ante eventos tan grandes.

Yo fuí un participante activo, como muchas miles de personas que nos dimos a la tarea de ayudar en lo que se pudiera, sin importar nacionalidades, raza, religión o estrato social, dentro de una organización muy pobre, por parte del gobierno, pero que hizo que la población se ordenara solita y diera muestra de una solidaridad incomparable y sin antecedente similar.

Gracias a la nefasta decisión de la Presidencia de la República, encabezada por Miguel de la Madrid, de rechazar la ayuda internacional de primera instancia y decir que éramos autosuficientes para contener los daños que la trágica sacudida nos había causado, hubo un retraso importante en la internación de productos para la población afectada. Este tipo de decisiones se dan mucho en los gobernantes imbéciles, como George W. Bush en los daños y ayuda para los damnificados del Huracán Katrina en el área de Nueva Orleans. Curiosamente fue una orden de la esposa del Presidente de la Madrid, Paloma, la que hizo que empezara a recibirse lo que otros paises u organizaciones nos enviaban como aportación y así fue que empezamos a trabajar ordenadamente en el Voluntariado Nacional, lidereado por ella misma.

Mi parte dentro del esquema solidario del Voluntariado fue el de convencer a algunas personas que ayudaran y dieran su tiempo apoyando en las muchas acciones del Voluntatiado, además de llevar ayuda personalmente y ponerme a las órdenes de la gente que organizaba en los lugares dañados. Le hice la invitación a mucha gente y casi todos pusieron su granito de arena en el apoyo para los damnificados. Creamos muchas brigadas de ayuda, esa era una de las formas en que nos organizábamos. Nos enviaban a las zonas mas afectadas como la Colonia Roma (donde en casi todas las calles, desde la noche del segundo gran temblor, olía a gas y era muy peligroso circular por ahí, ante el temor de explosiones, que sí se dieron eventualmente), el Barrio de la Lagunilla y Tepito (con vecindades muy habitadas y en peligro de colapsar, pero que los habitantes no querían abandonar..los teníamos que convencer de lo contrario), la Avenida Juárez (nos tocó pedirle a los padres de alumnos del Conalep que fueran a reconocer a sus hijos…hecho que marcó mi vida totalmente), Tlatelolco (apoyamos en las labores de Plácido Domingo durante todo un día), el Hospital Santa Fe en la calle de San Luís Potosí, donde nos pidieron evacuar a todos, pero se pusieron muy pesados los dueños y los representantes de los dueños y tuvimos que solicitar la ayuda del Ejército, que estaba custodiando las calles. En este punto, mi opinión es que a los miembros del Ejército no se les dió la orden adecuada, pues les dijeron que cuidaran a la población, pero nunca les dijeron que prestaran ayuda a la gente damnificada, y entonces se dedicaban a vigilar, pero no a apoyar totalmente…esto pasó durante los primeros 7 días, tiempo preciso para poder rescatar con vida a la mayor parte de las personas atrapadas en escombros.

En ese entonces yo estaba trabajando en una telenovela llamada «Aprendiendo a Vivir», que pasaba por el Canal 4 de Televisa y que hacíamos, en vivo, desde Marzo de 1984 en las instalaciones de Televisa Chapultepec, en el estudio C. La mañana del 19, una media hora después del temblor, mi padre me despertó diciendo que no creía que fuera a tener llamado en la novela…le contesté que era necesario que fuéramos a las 12, porque ese día íbamos a tener que grabar un capítulo (el que pasaría el día 20 en la noche), porque Don Guillermo Orea tenía una función especial en el Teatro 11 de Julio con la obra: «10, el Marido Perfecto». Morelli me pidió que subiera a su cuarto y me enseñó el pequeño radio de baterías que estaban usando para oir el famoso relato de Don Jacobo Zabludovsky, describiendo la tragedia de su lugar de trabajo por tantos y tantos años. El dolor que me transmitió, me hizo reaccionar y lanzarme en friega (mi abuelita hubiera dicho en chinga, pero soy muy decente para publicar algo así) hacia las instalaciones de Televisa en Chapultepec.

   Cuando llegué a pié, pues me pidieron dejar mi auto en una calle lejana, me di cuenta de la terrible realidad que estábamos viviendo los arrogantes habitantes de la ciudad de México (dije arrogantes, porque así somos muchos de los que vivimos aquí…creemos que solamente nosotros tenemos la razón y nuestro ritmo de vida es el adecuado, no el de la increible provincia mexicana, que tienen mejor calidad de vida). Las calles estaban llenas de gente que no sabía que hacer, nadie entendía lo que estaba pasando, ni quería darse cuenta de la magnitud de la tragedia. Me tocó ver a personas muy «picudas» e importantes llorando al ver lo que había pasado y al saber la cantidad de personas que habían quedado atrapadas en los escombros, muriendo lentamente. La ciudad empezó a despertar lentamente a esa vivencia. Fueron los jóvenes de esa época, Universidad Anahuac y U.N.A.M., primeramente, luego todas las demás, quienes se dieron a la tarea de organizar a la población para prestar la ayuda necesaria. Ellos marcaron la pauta, junto con las personas directamente afectadas, de como apoyar y que enviar a los sitios en conflicto. No importaba de donde saliera la ayuda, el chiste era apoyar, el chiste era dar la mano, el chiste era llevar lo necesario en el momento en que lo solicitaran, el chiste era no dormir porque se podía necesitar nuestra presencia, el chiste era ser solidario y comprometido con tu gente, la tuya o la ajena, pero siempre TU gente.

Hechos como este me hicieron revalorar muchas cosas: mi familia se solidarizó totalmente con la ayuda, mis hermanos formaban parte de las brigadas sin importar el cansancio o alguna otra cosa, además de invitar a sus amigos a solidarizarse con la tragedia ocurrida. En ese entonces volví con la que había sido mi novia de varios años y que por circunstancias de vida estábamos separados, pero otra circunstancia, como el Terremoto, nos unió, hasta ahora, y es mi compañera de vida.  La vida misma fue revalorada por este servidor. El hecho de que la vida no la tenemos comprada, por recurrir a una frase hecha o lugar común, se convirtió en una forma de vivir, tratando de alegrar a quienes me rodean, ya sea con una frase sincera, un abrazo o un saludo. Por eso las Bonfiladas seguirán existiendo, mientras pueda, para conseguir una sonrisa o una lágrima de quien la lea. No importa la emoción, importa saber que sí sentimos alguna de esas emociones y que no hemos perdido esta capacidad humana.

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El marido llega a su casa al amanecer, lo espera su mujer en la puerta, él está borracho y con manchas de lápiz labial.
La mujer dice: ¿Supongo que hay una razón para que llegues a las seis de la mañana?
Si, el desayuno.

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